lunes, 19 de diciembre de 2011

AUTOBIOGRAFIA: Capitulo III: Lo que soy hasta el día de hoy. De los 14 a los 19 años.

En 8º Básico, con 14 años, fue como un balde de agua fría. Ya todos mas grandes con mentes distintas y otras visiones de vida. Algunos ya pololeaban o fumaban, lo cual era como un sinónimo de persona grande.
Inevitablemente también cambie, fue como para mejor. Deje de lado mis juguetes para agarrar el teléfono y preguntar que íbamos a hace el fin de semana. Ya estábamos grandes.
Este año fue mi apogeo sentimental, donde tuve unas posibles cercanía con el amor, las cuales no pasaron a mayores. Pero si, lo acepto, hubo una que pudo hacer latir más rápido mi corazón. Una belleza, la combinación perfecta: bonita e inteligente. No entrare en detalles, aunque lo único que dire que fue la afortunada del primer beso.
Voy entrando a la educación media en el año 2005, 1º Medio. Pero hubo algo que me aburrió. Estaba aburrido de tantos estándares y protocolos de mi colegio, así que decidí cambiarme a un colegio donde estaba mi hermana pequeña, ya un poco más grande. El Colegio Alicante de La Florida, un colegio más acomodado que el anterior, pero no más bueno. Se notaba la diferencia social que existía. No me gusto mucho, pero me fui acostumbrando. Esto fue para el año 2006, 2º Medio.
Seguía con el handball pero me sentía listo para dar un paso mas en esto, me metí al Club de Balonmano de la Universidad de Chile, donde existían grandes jugadores.
En la casa todo estaba bien, una casa relativamente nueva, con mi hermana pequeña, mi hermana mayor estudiando y terminando su ingeniería y mi segunda hermana luchando por entrar a teatro a la Chile o a la Católica. Mis padres trabajando y en casa mi nana que los últimos años iban cambiando constantemente debido a distintos motivos.
En mi escuela nueva no me costo mucho hacer amigos, debido a que soy un ser simpático. En un par de meses ya tenía mi partner: el Jonhy. Cosa que teníamos que hacer juntos la hacíamos: trabajos, disertaciones, locuras, castigos, entre otros.
Un día estaba en los pasillos del colegio, el cual tenia pasillos que daban al patio y observando a la gente, en esos momentos de música privada y pensamientos, divise una compañera de colegio, bellísima. Y le comente al Jonhy, y me responde que la conoce. Mis ojos brillaron y pensé: esta es la mía.
Paso lo que tenia que pasar: caí rendido a sus brazos como un bebe después de una caída; esta mujer era otra de mis combinaciones perfectas: bella y simpática.
Una morena, de grandes ojos brillantes y penetrantes con cara de princesa y labios de ensueño. Pasamos muchas historias, yo diría demasiadas. Duramos varios meses, casi un año, pero paso lo terrible, eso que se ve en las teleseries centroamericanas.
Yo después de tanto amor acumulado el cual me cegó como un estúpido, supe y descubrí que me fue infiel con uno de mis mejores amigos.
Fue fuerte, pero sirvió para aprender. Rescato lo lindo y lo buena onda; eso es vida.
Ya en el 2007, era un hombre nuevo. Después de esta teleserie cambiaron muchas cosas, hasta las cosas en mi casa; amigos y cercanos. Ese año fue bueno, me dedique más a mi ya mis estudios. Pero como el corazón es frágil, caí ante una educada mujer.
Era mi mejor amiga, mi hermana, fue mi amiga desde que llegue al Alicante. Pero las cosas cambiaban de a poco y empezamos a estar juntos. Y yo con la precaución de no cometer los mismos errores que antes.
Empezamos una linda relación que duro 1año 8 meses, era grandiosa llena de sonrisas y buena onda. Mucha complicidad, y no era para menos después de haber salido de amigos a esto.
Lo mejor: la relacion. Y ella: exelente.
El 2008 fue un año espectacular, estando con ella también, hice lo que no hice en toda la educación media, estudiar a conciencia. Obteniendo resultados buenos y buenas calificaciones.
Ya tenia decidido que estudiar, y desde muy pequeño, por lo cual no tenia problemas con el tema de vocación.

Pero en mi estadía en el Alicante, descubrí algo más allá de la actividad física y la recreación: la bendita pedagogía.
Todo esto gracias a mis profesores, que quizás inconscientemente, me traspasaron y me inculcaron el amor por la educación. La entrega de valores como medio de sobrevivencia social, una forma de llenar tu corazón con la persona que tienes en frente.
Fue creciendo con el pasar de los años en la media, gracias a mis profesor Cristian Olea (entre otros) que es profesor de lenguaje, un gran luchador de sus ideales y dador de energía social y un cariño indescribible, el cual simplemente se traspaso con charlas, puntos de vista, debates y poesía. Un gran personaje en mi parte vocacional y lo que estoy haciendo ahora.
Después de todos esos años de escuela, venia lo más grande: la universidad.
Siempre quise estudiar donde estoy, así que al entrar me sentía satisfecho y feliz. Conocí grandes personajes dentro del profesorado, los cuales valoro mucho porque de alguna u otra manera son los gestores de mi futuro personal y laboral, como también espero seguir conociendo muchos mas.
Ahora soy uno más, pero uno especial. Un joven creador, amante de su familia y amigos. Luchador y consiente de la vida, simple pero audaz al momento de comenzar algo.
Vivo la vida, pero como dice mi padre: “El pasado es parte del presente, y una proyección en el futuro”. Es por eso que estoy agradecido de todo lo que se me a presentado y de los que se me han presentado, doy gracias.
Si, como dice Violeta Parra: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”.
En tanto, aquí estoy, despertando en las mañana para salir a las calles y seguir hacia adelante.

AUTOBIOGRAFIA: Capitulo II: Comienza la acción. De 7 a 14 años.

En mi querido colegio, con mis amigos, ya de 10 años (5º Básico). Ofuscado con la buena onda y la simpatía de ir al colegio, aunque lleno de tareas y cosas que hacer.
Cuando llego a casa hago las tareas, y trato de salir a la calle un rato con mis amigos del pasaje Nº7, una horita por lo menos. Y luego se escuchaba el: Javier éntrate!, mañana tienes que ir al colegio. Y yo cabizbajo me sometía, y de vuelta a la realidad.
Siempre quise una bici grande, pero no podía desenamorarme de mi Caloi 1980 aro 16, heredada por mi primo Cristian. Ploma como la luna y brillante como un diamante a la luz.
A todo esto, siempre me premiaban por mis buenas notas (7,0 si era posible), desde un Chocman hasta un auto a control remoto inalámbrico, aunque mas seguido los Chocman y uno que otro Super 8. Un día, después de haber dado todo mi sudor de estudiante (jugando al pillarse en los recreos con las niñas de otros cursos), llego a casa y mi papá ya estaba en casa. Me despista y me llama a la cocina. No lo podía creer.
Una bicicleta de aquellas, Oxford ploma (para seguir con la tradición) aro 26. Mis ojos brillaban como un bebe sollozando, pero de alegría.
Se cumplió un sueño, uno más, y todo esto gracias a mis papás. Una cosa más para agradecerles, aparte de los regalos humanos como su educación y su amor.
El mismo año, vino al mundo una pequeña que vino a revolucionar todo: una hermanita, Camila. Mujer con personalidad y luchadora, con un gran futuro por delante. Creadora de tantas sonrisas y felicidad dentro de las cuatro paredes de mi hogar, y por cierto, también afuera.

Ya más grande, luego de haber vivido tantas amistades y amores frustrados (esos de las cartas de amor, sin besos), seguía enfocado en lo que vivía cada día. Compartiendo con mis pares, familia y amigos, aprendiendo de la vida pero siempre consiente de lo que me pasaba, de lo que vivía, de sus procesos.
Estuve en todos los talleres posible en el colegio: coro, música, basquetball, guitarra, flauta traversa, entre otros. Hasta que un año cursando 7º básico, llego una noticia agradable a mis oídos: Don Carlos Espinoza (El Mítico Cuervo), pondrá más talleres en el calendario escolar. Interesadamente me informe, llamándome la atención el de handball, cuyo deporte lo hicimos en educación física alguna vez al cual yo le sentí un gustito. Y me inscribí.
Luego de algunos entrenamientos pensé: esta es la mia. Luego me di cuenta que por ahí iba la cosa, y me quede en el taller llegando a formar, con orgullo, la primera selección de handball de mi colegio. Llegando a hacer muchas cosas entre partidos y amistades nuevas.
Ya por ese año, 2003 con 13 años, algo más grande, nos cambiamos un poco más arriba de donde vivíamos: a los pies de la cordillera. Un lugar placentero y campestre, pero que en el dia hoy a perdido esas virtudes gracias a los empresarios y su urbanización destructora.
Ese año me empecé a fijar que muchas cosas cambiaban a mi entorno. Las voces agudas que siempre escuche eran como las de la Radio Cooperativa a las 6.30 AM, y ahí me di cuenta de que no eran solo ellos si no todos, incluido yo. Las mujeres más guapas y los hombres mas preocupados, y dije aplicando materia del colegio: “ya se están haciendo, evidentemente, ver los caracteres sexuales secundarios”.
Yo con mi amigo, mi mostacho, el típico bigote que te acompaña hasta a tomarte el yogurt de la colación. Pero con los días ya no era tan bueno, porque casa vez el mostacho de mis compañeros iba desapareciendo, y yo quedaba con otro par de niños bigotudos.
Un día, frente al espejo, decidí hacerlo. Con la ayuda de mi experimentado padre agarre ese plástico en forma de “T” con dos pequeñas navajas y me lo saque.
Ya era mitad hombre, mitad niño.
Pronto me empecé a fija en el sexo opuesto, después de años completos y recreos infinitos jugando a la pinta o a la quemadita o a esos infinitos juegos que inventábamos en los historicos cabildos llenos de ideas deslumbrantes con todos los comensales velocistas y fondistas del patio.
De ahí se acabo todo. A todos les dio por el football o por el pololear con mujercitas en miniatura. Donde la señorita mas cotizada era la rubia de ojos azules con las uñas pintadas de brillantes con esmalte transparente, llegando al vulgar fucsia.
Inolvidable.
Ahí mi compañero mas preciado era el Matías Riquelme (el Pechan), un galán de esos de las calles de Italia. Inseparables, hasta que se puso a pololear. Quede, relativamente, solo.
Pero su polola no estaba sola, también existía su par. Que luego fue mi polola (la primera), pero no funciono, no me gustaba, aunque igual estuve con ella pero de inconsciente y para estar emparejado igual que mí amigo.
En ese tiempo cambio todo: intenciones, objetivos, educación, amigos, personalidad, todo. Pero siempre fiel a mi convicción, hasta el final.

jueves, 15 de abril de 2010

AUTOBIOGRAFIA: Capitulo I: Los primeros años. De 0 a 7 de años.

Naci el 03 de diciembre de 1990 en la Clínica San Pancracio, Stgo.
Luego de ver la luz (la de la sala de parto), me fui para la casa. A aquel lugar tan acogedor que con gran esfuerzo se ganaron mis padres, doña Alicia y don Ulises, allá en Maipú.
No tengo recuerdos lucidos de ese lugar pero sé que era agradable. Viviendo infancia y amor junto a mis dos hermanas mayores, que gozábamos entre juguetes, paseos y amor.

Yo iba corriendo por ese pasaje en zigzag, como siempre lo hacia, luego de haber dormido mucho. En instantes me subo a al Datsun 610, sin entender nada. Me voy para atrás y veo a mi papá arriba de un camión grande junto a dos hombres.
Nos íbamos.

El 24 de diciembre del ’93, yo con tres años recién cumplidos, llegamos al paradero 18 de La Florida. Un lugar de casa bonitas, mas acomodadas que en Maipú, donde redundaba zarzamora y espinos.
No estaba listo para la escuela, veía a mis hermanas haciendo tareas y a mi papá estudiando y trabajando como condenado a muerte. Lo único que quería era estar con mi mamá toda la tarde y también jugar con mis Hot Wheels, junto a mis infaltables amigos de plástico: Superman y Batman.

Fueron millones de tardes, de aquellas, donde mi casa estaba como un desierto. Donde la única persona que estaba era mi madre, hiperquineticamente siempre haciendo algo.
Aprovechando sus siestas, yo echaba a relucir las mas grandes historias aventureras con mis juguetes. Desde autos voladores (a propulsión supersónica) hasta superhéroes y malandrines que exploraban cada lugar de la casa en busca de a quien salvar o que destruir.
A eso de las 19.00 hrs. llegaba la Poliana (segunda de la triada de hermanos), con su jumper azul marino y el escudo del Shirayuri en el pecho izquierdo, que en realidad no sabia de que trataba o quizás solo asimilaba que “jumper” era sinónimo de colegio. Con su cara de cachetes inflados preguntando que hago en esta tarea. Luego mi papá en la noche, muy de noche, con su rostro demacrado y sus carpetas en la mano.
Mañana será otro día.

Con los años, ya de 6, entrando al Colegio Shirayuri. Un colegio estricto con ideales totalitarios por su gran gestor y mítico directo: “El Cuervo”. ¿Quién es?, el hombre mas odiado de los Shirayurenses pero gran protagonista de nuestra formación (el cual sigue vivo, y haciendo de las suyas)
En kínder la llore toda, pero después con el consuelo de la Tía Vicky ame el colegio, nadie me sacaba.
Siempre me caracteriza por el payaso del curso, o uno de ellos porque éramos muchos, además puros hombres. Entonces la competencia era quien era el más chistoso, teniendo como resultado tantas situaciones de apoderados, expulsiones de la sala, mirar la pared en una esquina y una que otra suspensión (con castigo incluido; algo muy tenebroso). Pero lo positivo era sacar sonrisas.
Pero no me quejo, valió la pena y aprendí. Y claro, sin dejar de lado las calificaciones era un hombre de buen pasar, pero no de los cuatros, sino no había premio ni menos diploma (entregado por mis padres como incentivo).